Tu sonrisa me sigue provocando, más de un año que te conozco
y no tengo el valor de hablarte, de decirte lo mucho que me atraes. Podría
describir toda tu anotomía de memoria, pero de que me sirve si no puedo decírtelo
al oído.
Añoro tu presencia en mi vida, me engaño al pensarlo, pues
solo eres un momento fugaz en ella, cada vez que te cruzas en mi camino, solo
dura unos instantes y eso basta para encapricharme contigo, sin saber tu
nombre.
Cuantas veces no me ha ocurrido, que te idealizo, que te
tengo en lo alto de un pedestal, para que al final solo seas una musa de tantas
que he tenido, una figura más en la memoria de mis ayeres.
Hoy no pienso buscarte, pues quiero hacer realidad un propósito,
de cumplir una meta, que te incluye, pero que tal vez nunca alcances a
disfrutar, porque al cruzar la meta ya solo seras una más en mi pasado.
Te escribo para liberarte de mi mente, para continuar en el
camino trazado, que me llevara tan cerca y tan lejos de tu ser. Soñar ya no será
suficiente y nunca lo sabrás.
Cada línea que escribo te aleja más de mí, cada línea que
nunca podrás leer será un paso más en un camino que terminara en una soledad momentánea,
cada día que pase desde esta carta terminada, yo me alejare de la inspiración
que me provocaste.
Sin embargo tu belleza será eterna en mi mente, porque eres
motivo, eres deseo, eres compromiso, eres el parámetro que necesito para seguir
luchando, para alcanzar lo que veo en ti, lo que no pude ver en ninguna otra
musa, en ningún otro amor.